Debido a que hay una disminución en los estímulos acústicos y privación sensorial, la pérdida de audición puede conducir a cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Estos cambios estructurales y funcionales pueden afectar la capacidad del cerebro para procesar y percibir sonidos y pueden contribuir al deterioro cognitivo.
El cerebro se ve obligado a compensar estas pérdidas activando circuitos alternativos. Recurre a redes de neuronas accesorias y eso significa que se necesita un mayor esfuerzo cognitivo para eliminar sonidos irrelevantes, como el ruido de fondo, y se necesita más concentración para la audición.
Un alto esfuerzo cognitivo reduce la cantidad de recursos cerebrales disponibles para procesar todo lo demás. Hay menos reserva cognitiva para aprovechar. Por lo tanto, cosas como la concentración, la memoria y la capacidad de planificación pueden verse afectadas. Es más fácil distraerse. La decodificación y el procesamiento constantes de sonidos pueden implicar el uso de una gran cantidad de recursos mentales, lo que puede ser agotador y, con el tiempo, conducir a evitar las interacciones sociales.